Este concepto nos permite comprender las ideas, valores, ideales y emociones que empoderan una narrativa, así como las corrientes profundas del mar dirigen las corrientes más superficiales.
Esta herramienta nos permite observar cómo las narrativas se construyen en base a fragmentos (mensajes, historias) que provienen de diversas fuentes y formas. Al unir estos fragmentos y al visionar el mosaico entero que forman, tenemos una visión mucho más rica de cómo se integran y de su fortaleza.
Nos permite ver qué partes de una historia se extraen y se descontextualizan para crear, exacerbar o “certificar” narrativas. Cuando nos damos cuenta de su existencia, podemos romper el cuadro para observar el panorama más amplio.
Intenta no pensar en un “elefante”. Todas las personas evocamos los conceptos de cada palabra que conocemos a penas la escuchamos. Esta visualización dependerá de nuestro contexto. Muchas veces no es necesario que las narrativas se expresen de forma literal, ya que están siendo impulsadas por conceptos relacionados, los cuales al ser mencionados, las reproducen.
Herramienta para identificar los poderes e intereses que se encuentran detrás de la creación, difusión o fortalecimiento de narrativas, desde lo más visible hasta lo más invisible.
CARLOS
Carlos es un joven de 19 años, al ser hijo único, sus padres se esforzaron por darle educación técnica para que consiga un buen trabajo y ayude a su familia a salir adelante. Desde pequeño ha escuchado que “El pobre es pobre porque quiere” y “el esfuerzo garantiza el éxito”.
Su padre trabajaba como obrero de construcción y su madre realizaba trabajo del hogar en varias casas, ambas tenían turnos de 10 a 12 horas. Carlos no los veía mucho, en casa abundaban las discusiones. Carlos piensa, “A pesar de tanto esfuerzo, nuestras posibilidades son muy pocas”
La madre de Carlos sale del país, realizará el mismo trabajo, pero ahora podrá enviarle dólares a su familia. Solo les quedan las videollamadas. Se extrañan mucho, pero están seguros de que “esta es la única manera, saldremos adelante sea como sea”.
Al entrar al instituto, Carlos conoce a más chicos y chicas que buscan estudiar para tener mejores oportunidades. Sus contextos son muy diferentes, muchos trabajan, tienen hijos, viven lejos…estudiar se hace muy difícil.
Carlos está confundido y desilusionado, “Nos esforzamos mucho en el instituto, ¿Pero dónde están todos estos “casos de éxito” que veo en redes sociales, en las noticias, en la TV…?"
Carlos está a punto de terminar su carrera técnica, ha logrado mantenerse con buenas notas y está ansioso por salir a buscar empleo, tener seguridad social, por fin ser un trabajador con un salario para ayudar a su familia. Pero se promulga una nueva ley, la Ley Nº 30288 de Régimen Laboral Juvenil, que recorta “gastos laborales” para promover la contratación formal de jóvenes, siendo nada más y nada menos que la eliminación de varios derechos laborales para jóvenes entre los 18 y los 25 años. En los medios la llamaron la “Ley Pulpín”, burlándose de su condición juvenil y alabando sus “bondades”, incluso su padre está de acuerdo…
“¿Nos hemos esforzado tanto para que tengamos trabajos que no reconocen nuestros derechos? ¡Esto no es justo!”
Carlos y sus compañeros del instituto participan en las grandes movilizaciones para frenar la ley. Saben que su demanda es justa, pero los medios de comunicación no están de su lado y solo brindan información sesgada sobre el movimiento juvenil.
¡El movimiento juvenil lo logró! Se deroga la “Ley Pulpín” y se demuestra que eliminar derechos laborales no es la forma de fomentar el empleo. “Somos jóvenes trabajadores y nos merecemos trabajo digno.”
Luego de mucha lucha, Carlos entabla una conversación con su padre, ahora se entienden. “El esfuerzo es importante, pero también lo son nuestros derechos a una vida digna sin explotación. Nadie es pobre porque quiere, papá.”
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